Ni bien llegamos, nos impresionó lo bien ambientado y decorado del salón. Tiene un “privado” con mesas bajas y almohadones en el suelo. La música estaba a un nivel perfecto para poder hablar, no se escuchaban voces y el lugar no olía a comida.
- Día / Noche: Noche
- Dirección: Arévalo 2915
- Sitio: www.kohlanta.com.ar
- Horarios: Martes a domingos de 20 al cierre.
- Promedio:
Aunque el volumen de la música se mantuvo correcto toda la noche, por la acústica poco controlada se hacía necesario gritar para que quienes compartían la mesa pudieran escuchar. Además, a medida que el lugar se fue llenando, el olor de la cocina empezó a invadir el salón.
Mientras mirábamos la carta, la camarera nos trajo un plato con prawn crackers y salsa agridulce. Para ser sincera, no es una combinación que me deleite, mucho menos teniendo en cuenta que soy vegetariana y que a mi entender las prawn crackers son pequeñas nubes de nada (seguro alguien me mata por esto que digo).
La carta de vinos no es la estrella del lugar aunque sí hay una interesante selección de tragos. Los vinos van desde los 90 hasta los 500 pesos aproximadamente. Aunque la selección es correcta no vayas a este lugar esperando una revelación de Baco; en su mayoría se trata de vinos comerciales. Nuestra elección fue un Nieto Senetiner Malbec DOC 2013.
La camarera que nos tomó el pedido evidentemente no entendió lo que queríamos tomar porque nos trajo un Nieto Senetiner Rosé. Lo devolvimos y nuevamente nos trajeron un vino que no habíamos pedido, el Nieto Senetiner Malbec. Como la tercera es la que vale, la tercera botella que nos trajeron fue la correcta.
En un momento de lucidez inesperado de mi parte, pedí que nos dejaran la frapera en la que habían traído el rosé. Qué suerte que fue así porque nuestro vino estaba lisa y llanamente caliente. Lo tuvimos en la frapera un buen rato hasta que estuvo a la temperatura correcta. Esto no sé si cabe para esta reseña, pero lo de “el vino tinto se sirve a temperatura ambiente” no aplica cuando hace 40°C a la sombra.
La carta es amplia. Tiene varios salteados y curries, muchos de los cuales pueden pedirse vegetarianos. Esta recomendación va para los veganos: tengan cuidado con lo que piden y asegúrense de informarle a la persona que los atiende qué ingredientes no comen para no encontrarse con sorpresas (si no miren más abajo lo que nos pasó con el curry).
Como tenía ganas de darle picante a mi boca y ya que había probado los salteados en otra oportunidad y no me habían parecido la gran cosa, me decidí por el curry.
La camarera nos consultó el nivel de picante de nuestros curries. Pedimos 3 platos principales: Kaeng Khiao wan kung (curry verde de langostinos con cebolla, leche de coco y brotes de bambú), Kaeng kari pla (curry amarillo de abadejo con vegetales verdes y leche de coco) y Kaeng samui (curry vegetariano con tofu marinado, hongos aurícula negros, hongos shitake, brotes de bambú, leche de coco, morrones, cebolla, flor de lirio y vegetales de estación). Los tres platos vinieron acompañados de arroz. El curry de abadejo y el de camarones se pidieron suaves y el vegetariano, picante.
Como ven en la fotos de arriba, se darán cuenta de que la presentación no es el fuerte de la casa. Los tres platos se ven iguales y la decoración no refleja en absoluto lo que hay dentro del plato. Eso sí, cabe destacar que tanto el curry de pescado como el de langostinos tenían mucho del ingrediente principal.
La temperatura de los platos fue la primera decepción. Llegaron en ese punto en el que tenés que comer rapidísimo si no querés que el último bocado llegue a tu boca frío. Después seguimos con la cadena de decepciones: 1) por alguna extraña razón, nuestros curries tenían crema de leche. Además de leche de coco, tenían crema de leche. Me voy a detener en esto más adelante; 2) el nivel de picante de los curries que se pidieron suaves estaba correcto (aunque algo más picante de lo esperado el de abadejo). Para mí consternación, el plato que habíamos pedido picante, mi plato, no picaba nada. Ni un poco. 3) el arroz. El arroz estaba bien preparado y hubiese estado bueno de haber esperado arroz doble carolina. Normalmente este arroz debería haber sido de tipo jazmín.
Ahora voy a hablar de la crema de leche. No es que no me guste y entiendo que la usan para no poner tanta leche de coco al tratar de suavizar el picante, pero tampoco es algo que yo espere encontrar en un plato así, sobre todo cuando la carta no lo dice. Esto me pareció algo desagradable porque la comida estaba flotando en ese líquido grasiento a tal punto que parecía más sopa que salsa.
Hoy, investigando un poco más sobre el uso de alternativas a la leche de coco, vi que en muchos hogares tailandeses buscan reducir el uso de la leche de coco por su contenido de grasas saturadas y alto valor calórico. Por eso, en algunas recetas utilizan leche evaporada (นมระเหย) -no creo haberlo visto nunca en Argentina- ya que es una alternativa con mucha menos grasa (36 gr cada 100 gr versus 7.5 gr cada 100 gr).
De todas formas, y por más que las familias tailandesas se hayan volcado por este sustituto, en la carta decía leche de coco, no decía crema de leche, y lo peor de todo es que no se trataba de una innovación con un gran resultado, sino de un plato que terminó siendo entre empalagoso e insulso.
Antes de los postres pedimos dos cafés y un té. Los cafés eran correctos, pero el té que en la carta decía “té especiado” simplemente era un saquito de té La Virginia. Esto es un “no no”. Los tés venían en un recipiente para que el cliente eligiera y para mi espanto, los sobrecitos tenían aspecto de manoseados y viejos. Realmente esto es algo que tienen que mejorar. No puede ser que un restaurante que sirve comida de Tailandia ponga tés en la carta y que sirvan té comercial de este tipo. Mínimamente tendrían que servir un té de mejor calidad aunque sea en saquitos.
Pedimos dos postres: buñuelos de banana, coco y miel y crème brûlée de kaffir y lemon grass. Los buñuelos de banana no eran buñuelos propiamente dichos, sino más bien tempura de banana con mucha masa. Honestamente, el coco y la miel ni los sentí. Tal vez se habían escondido cuando vieron que ponían crema de leche en el curry. Los buñuelos venían con helado de crema que tampoco estaba identificado en la carta.
Debo admitir que no soy una gran fan de la crème brûlée, pero cuando está bien hecha de verdad, me parece un postre delicioso. En este caso, la crème brûlée venía super invadida por el lemos grass, como era de esperarse, mientras que el sabor de la lima kaffir brillaba por su ausencia. Para colmo, llegó a temperatura ambiente y de textura también estaba más o menos.
Hay otros aspectos de la atención y del lugar que no llegué a mencionar porque la reseña ya es demasiado larga. Quedarán para otra oportunidad.
Gastamos 992 pesos entre tres personas por 3 principales, 2 postres, 2 aguas, 3 infusiones y 1 vino. Por suerte teníamos una tarjeta de descuentos que nos ahorró algo de 200 pesos.